miércoles, 16 de diciembre de 2009

TORMENTA














DAS # 43






La tarde se pone de manos. El viento sopla con fuerza, levantando blanca espuma en las crestas de las olas. El mar, acompañando la escena, ha tornado en colores cian, pardos y grisáceos revueltos, reflejo de las nubes de tormenta que acechan el horizonte.
Comienza una fina lluvia norteña, los ladridos de su perro se pierden en la lejanía cercana de la playa…
Esa playa. Donde tantos pensamientos dijo ella haber botado en imaginarias botellas de cristal… esperando que un día un dios se hiciera eco de ellos... y tal vez de ella…


Sentada, de piernas cruzadas, torso echado atrás sujeto por los brazos que caen sobre sus manos, apoyadas en tierra… manos que en gesto gélido aprietan sendos puñados de arena, mientras un cosquilleo emergente del estómago corta levemente su respiración…
Su mirada, perdida en el horizonte, quizás buscando un motivo, una manera, un por qué.

Sonríe levemente ante las acrobacias del can, en un vano intento de distraer ése momento. Él divertido, extrovertido y nervioso como siempre, se deshace en gestos, maneras y carreras por ver y llamar la atención de ella. Compañero de sus viajes, ésos que siempre ella desea, sola, sin nada, sin nadie.
Sus ojos siguiendo la escena, se empañan de cristalinas aguas saladas, no del mar océana, sino del mar de su alma. Dejando brotar suave y distraídamente alguna de ellas, se obceca en eliminar la tormenta. Pero no puede…no se trata de la tormenta que la acecha cada vez más cerca de ése horizonte. No. Se trata de la tormenta que tiene dentro de su corazón. El que siempre le dice lo que siente, y nunca la engaña.
Pero ella como siempre, rebelde con sus sentimientos, se niega, para una vez más, intentar meter esos sentires en una botella de cristal y arrojarla al mar, esperando ver cómo poco a poco, entre ola y ola, el reflejo del cristal se aleja sin rosa de los vientos.



david.sac, diciembre 2009

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